29.12.20

CAPÍTULO XI EL DÍA MAESTRO

 Durante muchos años, casi se podría decir, que desde el preciso instante de su misma existencia,  la Sra. Sapicornia, siempre consideró en lo mas profundo, que el mundo que la envolvía, no era para nada el verdadero. Un planeta con un ritmo frenético basado en el ego, con todo lo nefasto que eso comprendía. No, eso no era el mundo...  Desde su perspectiva como "renacuaja" según crecía, aquel universo se contemplaba gigante y tenebroso para alguien tan pequeño y sensible.  Cuando se siente la losa y el peso de la no conciencia de las almas, es difícil sobrellevar esa carga. Pero es entonces, cuando resistes, cuando te mantienes firme a pesar del ataque constante de esa tejida y malvada matrix que está en todos lados, cuando los magos afloran. Cuando los trucos se ponen en marcha y esa otra realidad se ejecuta a modo de escudo protector. Es algo intrínseco y natural.  Impenetrable para las bestias carentes de luz que necesitan de ese brillo que no saben producir.  Es un faro de luz en la oscura noche, dejándose ver en ese inmenso mar... Esa luz que muchos barcos perdidos ansían ver necesitando auxilio... Y ahí están, en ese recibimiento, las buenas almas y sus manos amigas, que no abandonan nunca, aun a sabiendas, de que poco a poco, esa negatividad que sienten y ven en el espejo del otro, les absorbe magia en cada lucha por levantarlos.  

A la Sra. Sapicornia le habían succionado medio cuerpo. En esa batalla constante en la que no se podía, ni debía bajar la guardia contra el mal, el día que se contempló hacía dentro, le faltaba medio ser. De las diferentes bestias desalmadas y extrañas criaturas que componían aquel mundo, la pequeña sapo, sin duda, las atraía  cuál agujero negro. 

El gobierno de Extralimitan ya no se ocultaba ante la mirada del pueblo. Mostrando sus fauces para el que quisiese ver, se insinuaban. En medio de aquel caos de actualidad, en paralelo, se abría paso un movimiento del bien. Una gigante ola de conciencia que arrastraría también a la Sra. Sapicornia aún estando ésta de espaldas. Barriéndolo todo a su paso.  Pues de sabios es sabido, que cuánto más aprieta el mal, ahogando con su ira, con mayor vigor resurge el bien para neutralizarlo, y mientras aquel sunami se lo llevaba todo sin miramientos,  a la Sra. Sapicornia, la teletransportó de nuevo a casa. 

Descubrir la verdad, esa que se nos ha sido negada desde la cuna, no es tarea sencilla para un iniciado. ¿Cómo engullir algo tan colosal y venenoso sin que te deje enfermo al digerirlo? No están preparados los puros, y mucho menos los banales. Ni en la garganta de un gigante cabe tanta verdad. Ni siquiera el metal mas resistente aguanta algo tan tóxico sin que le deje marca. Es un plano superior, algo más elevado de conciencia. Donde ya no se puede girar la cabeza, ni mirar hacia otro lado, de la que ya no se puede huir. En la que a la vez, en ese sinsentido todo cobra sentido. En la que se desvela, que nos gobernaba el mismísimo infierno. También ahí,  en lo disparatado, vuelves a rencontrarte con el hogar. Con la fuente, y ese calor, que reconforta tanto. Ese, donde por fin te rencuentras. 

Durante aquellos meses de  angustia y miedo,  y siendo fiel a lo que le dictaba su naturaleza, la Sra. Sapicornia trabajó con más fuerza aquel escudo que casi tenía olvidado de pequeña. Trabajando ardua para deshacerse de aquel denso, y dañino hilo que la atrapaba. Cortando cada hebra que la sujetaba a la ficticia malla. Cada filamento que la encadenaba a una realidad creada por el mismo gobierno que los dominaba. Creando su propio mundo y realidad. Dónde no había sitio para el odio. Dónde la conciencia y el amor formaban parte de todos. Dónde por fin se hacía justicia ante las injusticias. Cayendo todos los gobiernos corruptos, asesinos y las bestias que los subvencionaban.  Dónde las almas abrían los ojos al verdadero alma de conciencia. Dónde también, en aquella lucha, por desgracia, ya podías clasificar a los que no pasarían. Que no todos se activarán por desgracia. Que muchos ya se vendieron, o quedarían atrapados a su malla, porque decidieron agachar la vista. Cruzar el puente sin mojarse. Seguir con la misma vida. Creyendo las mismas mentiras y formando para ellos realidades ficticias para los ya despiertos.  Es momento de crear, momento de seguir al cambio. A pesar de todo lo que ocurría en el mundo, la Sra. Sapicornia sabía que íbamos directos a un mundo mejor. Que no existiría más el ego, ni la dominación del mal sobre ningún alma.  Y que la verdad, por fin, sería para todos desvelada y expuesta. 

    -Que así sea.- dijo la Sra. Sapicornia mirando al cielo y haciendo un guiño.