27.6.13

CAPÍTULO 72


Qué bonito se veía el valle y cuantas cosas se podían hacer con este clima. El compromiso que había adquirido la Sra. Sapicornia con ella misma era de no mirar atrás y aunque a veces seguía imaginando encuentros reconfortantes bajo el manto del buen tiempo, era indiscutible su realidad.
Su libreta de historias le servían para poder ser objetiva con ella misma y aunque a veces parecía rozar la obsesión por su manera de destripar las cosas, ella sabía que simplemente fue amor.
En un animal de leyendas, es obvio que sus historias sean también pasionales, pues sólo aquellos que viven la vida intensa descubren otras formas de soñar y a la Sra. Sapicornia siempre le gustaron los cuentos, pues como si no iba a ser una Unicornia.
La Sra. Sapicornia que era pura energía esos días, canalizaba la exaltación para no traicionar a su esencia, pero realmente existía un mundo excesivo donde pecar resultaba muy sencillo.
Sentados en la taberna de un viejo Lobo de mar, saciaban su sed el Sr. Hormiga Feliz y la Sra. Sapicornia aquella casi llegada noche. Contemplando el extenso abanico de apariencias que se iban mostrando de forma aleatoria, aparecían buitres con diferentes pelajes pavoneando sus extensas alas dejando claro mediante danzas, que pretendían apareamiento.
Curiosa mezcla...se decía la Sra. Sapicornia que lejos estaba de creerse un ser superior, y aunque disfrutaba del ambiente comentaba a su fiel amigo el Sr Hormiga Feliz… pero que lejos ha quedado el romance....
Estaba claro que si continuaba así, aunque simplemente fuera por estadística, daría con algún animal que le hiciera gracia con el que más tarde  poder dibujar colores en sus sombras. Para la Sra. Sapicornia la vida carecía de sentido sin amor y mucho menos sin pasión, pues seguramente lo hiciera todo sin cabeza, pero nunca sin pasión.
Probablemente seamos muchos los que nos sintamos diferentes por negarnos a vivir de otra manera, pero la Sra. Sapicornia ya había visto huellas de Unicornios otras veces. 

Estos relatos son para los que nos gusta sonreír y porque no... dramatizar también :)


26.6.13

CAPÍTULO 71

La Sra. Sapicornia  lucia agradable y chistosa esos días. Pudiera ser, que su naranja melena suavizara sus demonios y continuaba queriendo mantenerla durante bastante tiempo, si así los ahuyentaba. Aunque los acontecimientos pasados fueron oscuros y en la gran mayoría difíciles de remolcar para una Unicornio, parecía estar encontrando el camino de los fuertes, eligiendo muy bien con quien mostrarse y con quien entretenerse.
Bajo una extraña niebla de inquietantes percepciones, los sentidos de la Sra. Sapicornia andaban frescos y contemplaba su evolución como un estudio científico. De sobras sabía que todos los reflejos que anteriormente había palpado no eran más que eso, simples proyecciones del triste silencio.
El Sr. Pantera Rosa había abandonado a su conjugue y todos los días le sonaban las tripas en busca de comida. La Sra. Sapicornia observaba a su fiel amigo en sus diferentes aspectos cotidianos admirando, el poco apego que tenía por las cosas. Era de gran espíritu y no era por falta de sentimientos los que lo convertían en a veces algo frívolo, simplemente le gustaba vivir.
Las divertidas anécdotas en las que envolvía a la Sra. Sapicornia eran de agradecer, pues como si de un mono se tratase, la Sra. Sapicornia avanzaba de liana en liana sin tocar el suelo participando en la extraña visión que adoptan los lamentados que quieren resurgir.
 Con más fuerza que nunca se dejaba llevar asfixiando los decepcionantes mensajes que enviaban sin piedad, partes todavía latentes de aquel sapo que cambió a Unicornio para progresar.
La luna casi escondida, recordaba a los presentes que se hacía tarde y el Sr. Pantera Rosa y la Sra. Sapicornia, ni recordaban donde dejaron su transporte.
 Llevamos rato dando vueltas... ¿puedes reaccionar? le dijo la Sra. Sapicornia a su querido amigo algo intoxicado de elixir. ¿De verdad no recuerdas donde dejamos la bici? dijo riendo la Sra Sapicornia a la vez que intentaba obtener alguna pista de donde la dejaron aparcada.
El Sr. Pantera Rosa que burlaba las preguntas de su amiga con respuestas sin sentido, señalaba a la Sra. Sapicornia como acompañante del trayecto y a la vez cómplice de tal olvido.
Evidentemente ninguno resolvía el misterio de la gigante bicicleta blanca del Sr. Pantera Rosa y tras recorrer casi medio valle, dieron con ella como si hubiesen visto un ángel.

La mágica bicicleta con piloto automático, transportó a los camaradas a sus lechos a altas horas, donde exhaustos, cayeron en un profundo sueño.







  

24.6.13

CAPÍTULO 70

Los días de buen tiempo y fiestas, marcaban el ritmo de la Sra. Sapicornia que distraída, iba tachando los recuadros de su calendario. Aunque había muchas noches que cogía su libreta, eran pocos los relatos que veían la luz, pues demasiada información y anécdotas que debían ser correctamente hiladas.
La Sra. Sapicornia parecía mirar con otros ojos el mundo y aunque dio de bruces contra el duro suelo, parecía haber atravesado una diferente atmósfera donde las cosas no dolían tanto.
Cuanto más analizaba su alrededor, más segura estaba de seguir por el buen camino, dejándose llevar por almas de las que nunca antes reparó, por su  fatal estado crítico.
Extraña percepción tenemos a veces creyendo no ver salida ante adversidades que comparadas con la cruda realidad de muchos otros, es en apariencia absurda y carente de sentido.
A la Sra. Sapicornia le daba igual que hubiesen almas que conformasen su existencia con banales historias ausentes de magia, pues conocía de sobras el otro lado y segura, ansiaba el “muso” que despertara de nuevo su gran inspiración ahuyentando el recuerdo de falsos amores.

Conocedora de su gran corazón y sacrificio, aguardaba el momento expectante mientras susurraba cuentos divertidos a los que venían entusiasmados a escucharlos.



16.6.13

CAPÍTULO 69 (parecía buen numero)

Con los pelos de punta cogió aquella noche su pequeña libreta de lamentaciones, pues por desgracia, era en lo que se habían convertido sus cuentos.
Noooooooo! gritó la Sra. Sapicornia cuando leyó de un tirón todo lo que antes habían escritos sus largas patas blancas.. Me dan escalofríos mis propios textos.. dijo para si.. ¿que extraño poder envuelve mi cabeza cuando me siento mal? ¿acaso me obligo a tocar fondo para resurgir? será así mi naturaleza... continuaba diciendo mientras rechinaba los dientes...supongo que alguien dañado con un bolígrafo en sus manos también escribiría versos lentos... pero.. ¿tanto?  y sacudió su cabeza como expulsando demonios.
Pudiera ser... que no fueran casualidades las historias en las que se veía envuelta últimamente...pues somos muchos, los que entramos en otra dimensión ante las adversidades, pero no iba a ser la Sra. Sapicornia la que se quedara a ver la eterna oscuridad.
Como un imán, atraía cuerpos en el mismo estado de descomposición y aunque tétrico, a todos los unía lo mismo.
Llevaba días fascinada escuchando, testimonios de duendes exiliados que urgían de una luz que los guiara y aceptando el reto, aquella noche tocó campanas para formar ejercito.



12.6.13

CAPÍTULO 68

A principios de Junio y aunque había llegado tarde el calor, aquella mañana la Sra. Sapicornia salió de sus sabanas sin ese frío que le hacía retardarse en abandonar su caliente lecho.
No amaneció pletórica pues era obvio su estado y por mucho que quisiera disfrazar su verdad, a veces, le costaba respirar como si tuviese un puñal clavado en el pecho. 
Como buena Unicornía comenzó rápido a buscar la chispa que le hiciese pasar otro día más. Hoy era su fiesta semanal y como buen animal de cuentos se organizó en busca de historias.
Los más osados pueden opinar que sus llamadas escapadas fueran en busca de comida, pero no, andaba desganada..
Como si fuese a poner su alma a la venta, había decidido volver a reunir esos pedazos que rotos, formaban su reflejo, pues ahora mismo, podrían llamarla estafadora en un trueque y ella tenía honor como para venderse a tan bajo precio. 
Recordaba libros que metafóricamente ponían nombre a los vagabundos del amor y que una buena salida era convertirse de nuevo en una cocina. Esa historia la había acompañado mucho tiempo y aun no sabe porque la olvidó.. Aquellas hojas hablaban de transformarse en esencia en una cocina para obtener la calma...  El hambre era mala y la gran mayoría se limitan a comer lo que otros les dan... Sólo cuando eres una gran cocina no necesitas mendigar alimento, ni tampoco sus utensilios, pues en ella, se puede encontrar lo necesario para fabricarlo uno mismo...
Pues no le quedaba trabajo a la Sra. Sapicornia...  se reía abriendo tanto la boca que a veces parecía desencajarse del rostro. No pasaba nada, no iba a cometer asesinato, ni tampoco iba a saltar al infinito a modo de despedida... pero le encantaba llevar un puñal en la liga por si acaso…
Pasado su día de fiesta que lamentó ser de corta duración, tenía proyectos en mente que irían ocupando sus espacios temporales. 

Arropada en sus suaves colchas que tan delicadamente perfumaba antes de dormir, escribía objetivos que aportarían mayor bienestar a su vida y que además, ayudarían a una mejor recuperación. La Sra. Sapicornia nunca fue un ser aburrido y de poca imaginación, pero aun sentía nauseas si miraba hacia atrás. Uno no puede pedir lo que no puede ofrecer y la Sra. Sapicornia ahora mismo, andaba coja para alistarse a una carrera de saltos de vallas. 





11.6.13

CAPÍTULO 67

Amoldándose una vez más al cambio de costumbres, volvía a organizarse el día alejando la ira que parecía haber hecho raíces fuertes costosas de alejar.
La Sra. Sapicornia se había dejado ver por la playa últimamente pues sin duda, era donde recargaba baterías. Recordando las historias que contaban las patrullas que descansaban en el valle, ganaba valentía, pues aquellos relatos convertían sus penurias en minucias. El planeta tierra giraba a tanta velocidad que eran muchos los que abandonaban el camino mareados por sus vueltas inapreciables para otros.
Cuando llegó aquella noche a su humilde morada, cogió su libreta escondida y la abrió al azar a ver que encontraba.... Obviamente siempre escribía cuando se encontraba triste y era demasiado constante el sentimiento de aflicción que le hacía unir esos versos tan lentos...
Podría ser cosa de su personalidad y carácter pero ella encontraba fascinante ser la inspiración de alguien... Le costaba entender que hubiese seres que no se sintieran alagados por dichos textos simplemente por servir de musa a sus manos... Aunque estos fueran amargos en su mayoría...peores eran los ecos que se escuchaban de las voces de ultratumba que con letra en sus lápidas, recordaban los nombres de los que un día existieron… había que ser muy necio si se hablaba juzgando, pues de todos era sabido la tendencia de la Sra. Sapicornia a dramatizar las cosas, corría por sus venas sangre del noble Shakespeare.

Las descripciones que daba eran ciertas y así las sentía ella cuando las plasmaba. ¿A cuántos funerales de no muertos asistió en todo aquel tiempo? eran incontables... llevaba tiempo que lo decía, llegaba el momento de hacerlo. Y no volvería a escribir de esa cabra que ya no sabía hacer magia con trucos de ilusión.




10.6.13

CAPÍTULO 66

El ejercito que bajaba de las montañas fatigado, buscaba refugio en el apacible valle. Había sido una larga guerra por una estúpida disputa sin sentido. Ya no creían en los amos que los gobernaban, perdieron la fe cuando su capitán abandonó la tropa aquella mañana.
La Sra. Sapicornia les ofrecía alimento y refugio a los necesitados compadeciendo, las horribles visiones que se llevaron sus ojos en tal tormentosa batalla.
Muchos animales llegaban mal heridos y con una moral tan destruida, que hacía más complicado creer en bonitos finales. Existían cosas espantosas fuera del pequeño valle y la Sra. Sapicornia había visto pocas. Las miradas de aquellos pobres lesionados contaban historias tristes y la mayoría deambulaban sin saber bien qué hacer.
Los seres vivos nos acostumbramos... nos adaptamos a vivir del modo que sea y luego, es normal sentirse vacío y carecer de ilusión. .. No desesperéis amigos... dijo la Sra. Sapicornia  en modo triunfal como si ella también hubiese participado en la lucha... nos vamos a poner fuertes… pronto dijo...





9.6.13

CAPÍTULO 65

Rayos y centellas azotaban el valle muy temprano. La Sra. Sapicornia, descansaba su resaca de la noche anterior cuando un trueno la despertó con su eco. No se enojó por las horas al contrario, las tormentas eléctricas le fascinaban y abriendo un ojo sonrió al ver la poca luz que producían las nubes cargadas de agua.
Andan tristes... dijo para sí la Sra. Sapicornia mientras se preparaba una taza de café caliente para despertarse... Vaya tormenta… ¡Está todo el cielo oscuro! y corrió a ver donde andaban sus cachorros para compartir con ellos la fuerte ventisca.
La Sra. Sapicornia, había contagiado de entusiasmo a sus pequeños con los que mediaba para evitar que saliesen a toda prisa a pisar los charcos.
Aunque no gozaba de todas sus funciones por mal descansar, sin embargo no se lamentaba. La noche había estado bien  aun sintiendo que carecía de algo (que bien podía ser la cabeza pues días antes se la guillotinaron a traición), pero no quiso demostrar debilidad ante los asistentes e intentó recrear su mente participando en todas las conversaciones que pudo.
Observando los presentes todos aparentaban ser felices mientras reían y bebían sin importar las horas que pasaban, aunque ya más adelante en petit comité con sus amigas, destriparon sus misterios y como se solía decir... En cada casa se cuecen habas. ..
La Sra. Sapicornia no solo lo quería figurar ser dichosa, si no también poseer la calma del que lo está.
El sendero era largo aún, no obstante, había caminado muchas veces ya con la luz apagada por él y en esta ocasión, avanzaba cargada de desconfianza y antipatía que le daban fuerzas para tirar sin pensar en el peso de su mochila.
Guardando sus pezuñas del todavía frío que acechaba las noches, reparaba en la creencia de que tal vez quizás, existieran mas seres como ella.

Asalto 1313… combate nulo
Yo me retiro


6.6.13

CAPÍTULO 64

Sonaban unas trompetas en todo el valle aquella mañana, anunciaban fiesta. Todos los asistentes del lugar llevaban rato preparándose para el fantástico acontecimiento y muchos desprendían dulces fragancias que perfumaban el ambiente.
La Sra. Sapicornia,  se hallaba acicalándose, pues aunque no tuvo buena noche, quería mirar hacia otro lado. En el jardín se encontraba observando su bicicleta de bambú que por unos momentos había olvidado pinchar, así que entrando en su garaje desordenado cogió unos parches para la rueda y salió a arreglarla.
El estado de esta no era muy bueno que digamos... Tenía más remiendos que las viejas botas de un oso de cueva libre, pues así llamaban a los que no reputaban un prometedor futuro y la Sra. Sapicornia, no sabía bien donde aplicar el parche a aquella rueda tan dañada.
Por fin, y después de varios intentos consiguió hacer un apaño a su bicicleta creyendo que para bajar al prado le bastaría, y ya mañana, cuando terminaran fiestas la llevaría a reparar como merecía.
Subida ya en la bicicleta sentía que algo no iba bien, aquel biciclo se tambaleaba como si fuesen a  saltar todas sus piezas y medio rezando, se adentraba en el sendero creyendo que aguantaría. Efectivamente, pasados unos minutos, el vehículo chirrió con fuerza haciéndose añicos...
La Sra. Sapicornia daba las gracias irónicamente a la vez que amontonaba los troncos de bambú  que repartidos, ocupaban el suelo del camino.
Sentada sobre una roca movía la cabeza pensando en la mala suerte que la rondaba tiempo atrás… cuando un pájaro carpintero llamó su atención por su estrepitoso ruido al picar contra un árbol.
¿Puedes dejar de hacer tanto ruido? ¡No me dejas pensar! dijo la Sra. Sapicornia molesta
El pájaro de larga punta extrajo su pico del agujero buscando de donde venía la voz y reconociendo el hocico del cual salió dicha ofensa contestó.
Pues sí que amanecimos con buen humor... dijo el pájaro carpintero con aires desenfadados. A ver señorita... debería usted comprender ya... que nosotros, los pájaros carpinteros hacemos eso, y no parece usted ningún cachorro para no discurrir tal razonamiento.
La Sra. Sapicornia se disculpó con aquel ave y le contó el motivo de tal mal carácter.
El pájaro carpintero bajó volando a la roca donde estaba sentada la Sra. Sapicornia y moviendo sus alas dijo.

A veces querida es mejor ser realistas, esa rueda estaba demasiado remendada como para aguantar más aventuras, pides demasiada magia en cosas que no la merecen, adquiere una nueva! por lo menos no te dará problemas en tiempo. Y volvió a su árbol a seguir con su trabajo.





5.6.13

CAPÍTULO 63

Arrastrando su enorme bicicleta de bambú pinchada... intentaba distraerse por el camino para no dar importancia al cansancio y sobre todo, para no pensar en el trayecto que aun le quedaba por hacer.
Con una buena actitud se hacía todo mas sencillo, pero a medida que caminaba... costaba más mantener esa apariencia, pues era innegable, el nada afortunado hecho de que su bonita bicicleta pinchara aquella soleada tarde. Cantando para aliviar el viaje, topó con la cabra brava, causante de la mayoría de sus disgustos y de también, muchas de sus alegrías, pero estaba claro, que cuando a los dioses les daba  por lanzarlos por la torre de babel, era difícil el entendimiento.
La Sra. Sapicornia alzaba la voz para ser comprendida, pero lo único que escuchaba la cabra, era un relinchar de Unicornio. Después de un largo rato de sonidos de cabras que balan y de Unicornios que relinchan, dieron por agotadas sus fuerzas y la Sra. Sapicornia continuó su camino a casa.
La Cabra Brava con una ceja levantada, se quedó observando desaparecer a la Sra. Sapicornia entre el sendero. Ofuscado, daba vueltas a su tiesa cola mientras sacudía sus gruesas patas contra el suelo intentando liberar tensión.
La Sra. Sapicornia, tiraba de su bicicleta con mas garra que antes, pues apoderada de un sentimiento de indignación por el reciente enfrentamiento gratuito, le crecían las fuerzas ayudada por demonios.
Observados por las hadas que reían sus torpes encuentros, cada uno por su lado, creía tener la razón con ciega fe.
Un terrible maleficio lunar, ponía horas a las visitas que se hacían para el aprendizaje de sus diferentes lenguas, pues todas las noches, antes de que cayera la luna, debían volver a sus lechos para separarse hasta la siguiente vez.
La Sra. Sapicornia agotada, aparcaba su inútil bicicleta pesada que parecía haber aumentado su peso en oro.. Siendo juez de ella misma... no podía culpar de todo a la luna, pero no era ligera la carga y los obstáculos que ponía, a veces eran como enormes montañas nevadas.