7.3.12

Capítulo 10

La noche había caído y su manto cubrió el sol dejando paso al brillar de las estrellas.
Muchos de los animalíllos que habitan los alrededores del estanque, salen al anochecer en busca de comida, otros simplemente, salen de sus nidos o madrigueras para reunirse como de costumbre y detallar las anécdotas o sucesos importantes del poder vivir un día más.
La Sra Sapo siempre estaba presente en aquellas reuniones nocturnas que tanto le entusiasmaban y hacían que su color verde resaltará vigoroso. El clima que las envolvía tenía algo de mágico y para ella, simplemente contemplar a unos y a otros charlar de sus cosas sin las preocupaciones mundanas, la evadía de sus disgustos.
Una pequeña, casi diminuta luciérnaga, alumbraba con su figura dando aún más cobijo a las reuniones bajo la luna y a nuestra Sra Sapo en particular, le hacía mucha gracia, que un bichito tan pequeño, pudiese dar tanta luz.
La cabra que merodeaba por allí... no dudó en acercarse al oír tanto barullo, pues parecía que se lo estaban pasando en grande. A medida que se acercaba, iba reconociendo un particular croar, era aquella anfibia que tanto odiaba... Ni siquiera sabía si era una rana o un sapo, que mas daba, los dos, tenían los ojos saltones y su aspecto físico es similar... esos eran los razonamientos de aquella cabra siempre malhumorada.
 La risa de la Sra Sapo que evidentemente por su circunstancia no emitía otro sonido que el de un croac y luego otro croac a modo de carcajada... ponían nerviosa a la sufrida cabra que según se aproximaba al estanque, iba aumentando su cabreo y nunca mejor dicho, al escuchar aquel particular sonido que tanto le crispaba.
Tramando un vengador plan, escondido tras un seto.. la cabra que apoderándose de su oreja un tic por los nervios que le producía la sonrisa de la Sra Sapo, creyó encontrar un remedio para acabar pronto con aquella fiesta ridícula.
Con un caminar seguro y firme, y con un plan ya meditado...  asomó la cabeza por el arbusto y se dejó ver ante los participantes de la reunión nocturna.
Todos lo saludaron y extrañados por su presencia, dado que no era habitual en un animal que pasta de día, le preguntaron por su visita, a lo que la astuta cabra contestó.
-Tenía un poco de hambre... parece que tanto viaje al monte me abrió el apetito - dijo casi sin inmutarse, acto seguido abrió la boca, y le pegó un mordisco al seto dónde se hallaba la pequeña luciérnaga. Todos enmudecieron conmovidos con un exhalo, haciéndose la oscuridad dueña del lugar ya sin ecos, sin mágico brillo. Disculparon a la cabra días más tarde, alegando que no se percató de la presencia de la diminuta luciérnaga. Dejaba familia, pero sólo era otro insecto.
A la Sra Sapo le cayó una lágrima.

6.3.12

Capítulo 9

La primavera ya casi podía olerse en el ambiente y la Sra. Sapo en su charca, como de costumbre, contemplaba el estanque ya sin hielo mientras ensanchaba el estómago por los insectos cada vez más frecuentes por la llegada de los colores verdes del buen tiempo. Aunque en ellos también había vida, el hambre azotaba después del invierno, era pura supervivencia se disculpaba cada vez que daba caza a uno.
 Tenía ocupado su cuerpo en los diferentes ejercicios diarios pero su mente, aún no entendía porque decidió darle fin a su cuento. Le mataba no desahogarse entre aquellas lineas, al fin y al cabo, eran para ella. Aquella mañana fría de Febrero en la que le invadieron los demonios, saltó con sus cortas pero flexibles ancas y abandonó con disimulo el estanque para pisar tierra firme, con la de historias que aún tenía por croar, pensó. Levantando una piedra que utilizaba a modo de escondite no muy lejos de ahí, sacó de debajo de ella su libreta hecha de hojas secas de arboles centenarios y su bolígrafo fabricado con el tallo de una flor.  Abriendo la carpeta por la página que seguía, se dispuso a escribir de nuevo su cuento, comenzando de nuevo a oxigenar mejor con cada palabra que añadía.