16.11.21

Aleta de tiburón Metatronk

 Había pasado casi un año de todo. Esa mezcla de holocausto final, y retiro espiritual, que a modo de lavadora, estaba sacudiendo y enfrentando a todos los seres del planeta.  Algunos demostrándolo, ya sin el ego del que se siente en carne viva al contarlo, se liberaban. Otros, anclados aún en el paradigma viejo de aparentar, aún sintiendo el vacío dentro, como la nada, seguían viviendo sus vidas con el disfraz ya desvelado, creyendo que todavía les ocultaba para los que ya se habían quitado el velo. Aquella visión como de rayos x, eran tan real para los iniciados, que incluso se preguntaban, ¿Cómo no lo habían visto antes? 

En aquel salto de fe, que se tornaba diferente a medida que avanzabas, no dejaba de demostrarle a la Sra. Sapicornia, aquello en lo que fallaba, aquello en lo que tenía que mejorar. Cuánto mayor era la sabiduría, mayor era el riesgo de creerse un elegido. 

Seleccionando los pensamientos que se creaban desde el amor, a todos aquellos intrusivos que se colaban en su cabeza sin aportar nada positivo, acabó volviéndose una profesional.  Como si fueran objetos, los cogía invisiblemente y los separaba de aquella madeja que sin darse cuenta, los había unido, a un montón de otros pensamientos que sí eran suyos, convirtiendo la selección en algo curioso también de analizar. 

Decir que no, era de las cosas más complicadas que se le presentaban a la Sra. Sapicornia en su día a día. Envuelta entre lo correcto y lo que se debe hacer, cruzaba a veces esa delgada línea que, opuestamente a la buena intención con la que fue creada, se tornaba de nuevo en algo negativo y frustrante. Constantemente era como agarrarse a castillos de arena. Lo que no es real, caerá, se repetía para poder entender aquel extraño entorno que la rodeaba. Pero, ¿acaso era todo caos? No.

De una forma maravillosa, y casi a la vez, lo mismo que te conduce a esa búsqueda en la que pareces perdido, encuentras también, seres que lo acompañan y lo alumbran, y eso, le hacía sonreír a la Sra. Sapicornia en medio de tanta negrura, y a su vez, recordárselo a si misma con más frecuencia, por el bien que eso le producía. 

-¡Oiga usted doña Potra!- le gritó una voz familiar por el sendero que conducía a su casa. Aunque habían muchos que no sabían el cambio de nombre de la Sra. Sapicornia, otros, lo conocían ya muy bien. En ese rebobinar del tiempo, en el que había decretado que esa mezcla de sapo y unicornio que la componían, había pasado a mejor vida, su apariencia también había cambiado en aquella transformación no solo mental. Una esbelta yegua negra de brillante crin para su asombro, reflejaba en el espejo cada vez que se miraba. Aunque le costaba reconocerse por el increíble cambio radical, también, le recordaba lo poco que se había querido antes por permitir, ser aquella mezcla de nada. Era como si se hubiese detenido el tiempo para que pudiese reconstruirse, como si todo irremediablemente la condujera a donde estaba hoy. 

-¡Qué alegría verte don Metratronk! estaba mirando la fecha de reojillo para ver las posibilidades numerológicas y no falla, no deja de sorprenderme la precisión pitagórica-

-Y a mi no deja de sorprenderme los nombres que te pones, Doña Potra. Luego te quejas que don tito Franki no te acepte en su clan. jajaja se lo pones difícil- dijo carcajeándose aquel gran tiburón blanco que se erguía majestuoso sobre sus dos patas aletas. Era lo bueno de aquel extraño mundo, que podía pasar de todo...

-Mire señor aleta de tiburón, sabe que es un ataque arconte el que lo posee, nublando su entendimiento por la trascendencia del hecho en sí de juntarse dos mentes tan brillantes. No puede negarlo, causaría un efecto choque demasiado importante que derrumbaría todo demasiado rápido. El mal, digo.- respondió doña Potra, a la que le encantaba su nuevo nombre elegido por la risa que éste le producía con solo pensarlo. 

-Sí, sí, lo que tu digas doña Potra, pero yo sigo opinando que...- dijo Metatronk continuando con la mofa mientras jugaba con sus manos imitando dos marionetas.

 -Eres muy gracioso... pero dentro de ti sabes que te lo presenté yo, y entiendo que te pueda ese sentimiento de no haber sido el primero en dar con él... 

Mientras se adentraban en la casa de doña Potra, en esa comunicación interna que sólo ellos comprendían, era esperanzador ver a una Yegua y un Tiburón tan bien avenidos. 

Y por cierto, sabes que es mi amigo y el tuyo no... - soltó Metatronk por lo bajini antes de llevarse una coz acallándolo. 

-Tenemos un montón de cosas por practicar. He estado viendo unos vídeos super interesantes de viajes astrales, que me muero de ganas por poner en marcha.- dijo doña Potra señalando el catre para que éste se tumbara. 

-Bueno, si consigues que hoy no me duerma, habremos llegado más lejos. Desde luego, ganas le pongo y no sé en qué momento se cruza el relax con morfeo que me atrapa. No lo veo ni venir- dijo con un ojo medio cerrado que rápido ella detectó.

-¿Cómo que no lo ves venir? pero si ya se te cierran los ojos. No hace falta ser adivina para saber que te vas a quedar frito. Aunque debo reconocer, que eso también me produce satisfacción. Ver esa rapidez con la que lo apartas todo y entras en paz. Digno de estudio también.- añadió doña Potra sonriendo. 

-No, ya verás como hoy aguanto...- dijo mientras se tumbaba en la cama y cerraba los ojos aquel gran tiburón blanco de apariencia fuerte. 

Mientras lo contemplaba dormido con aquella música que acompañaba el ambiente y le daba aquel toque místico y particular, podría decirse que aún impensable, sucedía.  Un evolucionar que le enseñaba todo lo que ella había dejado de ser y en lo que necesitaba volver a creer. En ella misma. ¿Quién mejor que un tiburón blanco para enseñarte a ser de nuevo tu mismo? Ellos saben su poder y no por eso habla su ego. Simplemente son grandes.