Sonaban unas trompetas en
todo el valle aquella mañana, anunciaban fiesta. Todos los asistentes del lugar
llevaban rato preparándose para el fantástico acontecimiento y muchos
desprendían dulces fragancias que perfumaban el ambiente.
La Sra. Sapicornia,
se hallaba acicalándose, pues aunque no tuvo buena noche, quería mirar
hacia otro lado. En el jardín se encontraba observando su bicicleta de bambú
que por unos momentos había olvidado pinchar, así que entrando en su garaje
desordenado cogió unos parches para la rueda y salió a arreglarla.
El estado de esta no era
muy bueno que digamos... Tenía más remiendos que las viejas botas de un oso de
cueva libre, pues así llamaban a los que no reputaban un prometedor futuro y la
Sra. Sapicornia, no sabía bien donde aplicar el parche a aquella rueda tan
dañada.
Por fin, y después de
varios intentos consiguió hacer un apaño a su bicicleta creyendo que para bajar
al prado le bastaría, y ya mañana, cuando terminaran fiestas la llevaría a
reparar como merecía.
Subida ya en la bicicleta
sentía que algo no iba bien, aquel biciclo se tambaleaba como si fuesen a
saltar todas sus piezas y medio rezando, se adentraba en el sendero
creyendo que aguantaría. Efectivamente, pasados unos minutos, el vehículo
chirrió con fuerza haciéndose añicos...
La Sra. Sapicornia daba
las gracias irónicamente a la vez que amontonaba los troncos de bambú que
repartidos, ocupaban el suelo del camino.
Sentada sobre una roca
movía la cabeza pensando en la mala suerte que la rondaba tiempo atrás… cuando
un pájaro carpintero llamó su atención por su estrepitoso ruido al picar contra
un árbol.
¿Puedes dejar de hacer
tanto ruido? ¡No me dejas pensar! dijo la Sra. Sapicornia molesta
El pájaro de larga punta
extrajo su pico del agujero buscando de donde venía la voz y reconociendo el
hocico del cual salió dicha ofensa contestó.
Pues sí que amanecimos
con buen humor... dijo el pájaro carpintero con aires desenfadados. A ver
señorita... debería usted comprender ya... que nosotros, los pájaros
carpinteros hacemos eso, y no parece usted ningún cachorro para no discurrir
tal razonamiento.
La Sra. Sapicornia se
disculpó con aquel ave y le contó el motivo de tal mal carácter.
El pájaro carpintero bajó
volando a la roca donde estaba sentada la Sra. Sapicornia y moviendo sus alas
dijo.
A veces querida es mejor
ser realistas, esa rueda estaba demasiado remendada como para aguantar más
aventuras, pides demasiada magia en cosas que no la merecen, adquiere una
nueva! por lo menos no te dará problemas en tiempo. Y volvió a su árbol a
seguir con su trabajo.
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