26.6.13

CAPÍTULO 71

La Sra. Sapicornia  lucia agradable y chistosa esos días. Pudiera ser, que su naranja melena suavizara sus demonios y continuaba queriendo mantenerla durante bastante tiempo, si así los ahuyentaba. Aunque los acontecimientos pasados fueron oscuros y en la gran mayoría difíciles de remolcar para una Unicornio, parecía estar encontrando el camino de los fuertes, eligiendo muy bien con quien mostrarse y con quien entretenerse.
Bajo una extraña niebla de inquietantes percepciones, los sentidos de la Sra. Sapicornia andaban frescos y contemplaba su evolución como un estudio científico. De sobras sabía que todos los reflejos que anteriormente había palpado no eran más que eso, simples proyecciones del triste silencio.
El Sr. Pantera Rosa había abandonado a su conjugue y todos los días le sonaban las tripas en busca de comida. La Sra. Sapicornia observaba a su fiel amigo en sus diferentes aspectos cotidianos admirando, el poco apego que tenía por las cosas. Era de gran espíritu y no era por falta de sentimientos los que lo convertían en a veces algo frívolo, simplemente le gustaba vivir.
Las divertidas anécdotas en las que envolvía a la Sra. Sapicornia eran de agradecer, pues como si de un mono se tratase, la Sra. Sapicornia avanzaba de liana en liana sin tocar el suelo participando en la extraña visión que adoptan los lamentados que quieren resurgir.
 Con más fuerza que nunca se dejaba llevar asfixiando los decepcionantes mensajes que enviaban sin piedad, partes todavía latentes de aquel sapo que cambió a Unicornio para progresar.
La luna casi escondida, recordaba a los presentes que se hacía tarde y el Sr. Pantera Rosa y la Sra. Sapicornia, ni recordaban donde dejaron su transporte.
 Llevamos rato dando vueltas... ¿puedes reaccionar? le dijo la Sra. Sapicornia a su querido amigo algo intoxicado de elixir. ¿De verdad no recuerdas donde dejamos la bici? dijo riendo la Sra Sapicornia a la vez que intentaba obtener alguna pista de donde la dejaron aparcada.
El Sr. Pantera Rosa que burlaba las preguntas de su amiga con respuestas sin sentido, señalaba a la Sra. Sapicornia como acompañante del trayecto y a la vez cómplice de tal olvido.
Evidentemente ninguno resolvía el misterio de la gigante bicicleta blanca del Sr. Pantera Rosa y tras recorrer casi medio valle, dieron con ella como si hubiesen visto un ángel.

La mágica bicicleta con piloto automático, transportó a los camaradas a sus lechos a altas horas, donde exhaustos, cayeron en un profundo sueño.







  

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