4.11.12

Capítulo 27

El mundo de la Sra. Sapo se desploma.. al igual que las piedras de la montaña cuando caen a una carretera... se deshacen en pequeños y minúsculos trozos de arena que se esparcen sin sentido, ni utilidad alguna..
Poca magia le quedaba por no decir ninguna. Todo su alrededor se desmoronaba llevándose a su vez, la ilusión que daba vida a la Sra. Sapo.
En estos momentos no sabía que camino coger y se sentía abandonada por su dios, ya casi le costaba oírlo.
Las continuas trabas que se iba encontrando en el camino la hacían cada vez, apartarse aún más.
Ponía los sentidos en guardia intentando encontrar la solución a todo lo que le rodeaba, pero no encontraba respuesta. Aun sabiendo que otros corrían menos suerte, eso ya no le consolaba.
Habiendo probado la distracción de varios modos, la idea de encontrarse a solas con la noche le producía malestar, pero una pequeña estrella aun le sonreía y al abrir un armario, una bengala que tenía guardada para ocasiones de emergencia, cayó al suelo dejándose ver y esperando ser recogida por la Sra. Sapo.
Aquel aparato pirotécnico les servía a las amigas de la Sra. Sapo y a ella misma evidentemente, para comunicarse en caso de brote psicótico, últimamente bastante común en el súper team de nuestra anfibia
Sin más salió fuera y lo disparó al cielo apreciándose su luz, en varias montañas cercanas. Estaba claro la finalidad de aquella bengala veloz, que propagaba su mensaje oculto de socorro por el gran cielo.
La Sra. Gata Montés y su entrañable amiga la Sra. Mariquita Rita, que paseaban juntas, rápidas vieron la señal y fugaces, se dirigieron a casa de la Sra. Sapo haciéndose cruces de sus tragedias.
Al encontrarse la noche cobró de nuevo su magia alejando la oscuridad y desconsuelo que esta causa sin darse cuenta, en almas cansadas.
Sin apenas percibir el paso de las horas, la Sra. Sapo ya con ganas de dormir y sin ira, se acercó a la cama de sus pequeños dragones para comprobar ,si descansaban cómodos y mansos en sus lechos.  Los vio tan apacibles y calentitos, que se hizo un hueco como el polluelo que se mete bajo el ala de su madre buscando el calor de su cuerpo. Cerró los ojos y relajando su pequeño cuerpo verde,  fue en busca del gran morfeo.

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