5.5.12

Capítulo 11

Aprovechando que el campo rebosaba de bellas flores por las lluvias de la primavera, la Sra Sapo las recogía afanada, mientras croaba una bonita canción sólo comprensible para ella y decoraba su cabeza con una margarita que se le caía constantemente por su falta de orejas y que acabó sujetándola con la boca. Sentada bajo la sombra de un árbol, seleccionaba las flores que utilizaría para fabricar un original collar que mas tarde regalaría a la Sra Gata Montés, una vieja amiga suya que cumplía años. Una vez terminado el coqueto detalle que contemplaba orgullosa por lo bien que le había salido, observó la margarita que en el suelo había dejado antes para operar sin tropiezos, y apasionada, la comenzó a deshojar. Cuando le quedaban pocas hojas para conocer la respuesta de su me quiere no me quiere... advirtió que la estaban observando. Levantando la vista, el semblante le cambió de golpe. Azarada soltó la flor e intentó disimular su acto tapando la margarita con su corta anca sin quitarle el ojo a la cabra que tiesa la contemplaba entre matorrales.
     - ¡No me puedo creer que todavía existan seres que piensen que una margarita les dirá si les quieren! Deberías dejarte de tanta tontería y centrarte más en las cosas serias- dijo soltando un bufido a la vez que agitaba su cola de tres pelos como si de la vara de un glorioso rey se tratase. La Sra. Sapo de nuevo se quedó rota sin decir palabra mientras la cabra se alejaba sin echar la vista atrás, sin detener el paso de sus pezuñas.
A la caída del día, la Sra Sapo arreglando su aspecto físico, agradecía para ella misma, que no fuera el alma lo que mostraba. Saliendo al encuentro que la citaba con su estimada amiga, la Sra. Gata Montés, pues días hacían ya que no se reunían, y ya impacientaba en encontrarse con ella.
Al llegar, rápidamente observó que su pequeña amiga anfibia no estaba bien y se apresuró en investigar el porqué de su triste mirada.
La Sra Sapo no pudo reprimir su barbilla que temblaba con la potencia de un terremoto a escala Richter, y sin ya resistirlo más, dejó salir su gran llanto retenido.
Todo se pondrá en su sitio, dijo la Sra Gata Montés con voz calmada y alentadora y abrazó a la Sra. Sapo hasta que esta se quedó dormida.

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