11.5.12

Capítulo 12

El Sol asoma cada mañana sobre el verde valle. Primero lo hace tímido sin casi apreciarse, a veces, hasta  parece que no quiera salir, pero a medio día brilla fuerte alcanzando temperaturas casi veraniegas. Después, la Luna que llega veloz trasforma el escenario y lo oscurece apagando al Sol que no tarda en volver a brillar... un día y otro y otro más.. y así sucesivamente...
A la Sra. Sapo le pasaban los días volando. Aunque todos eran diferentes y con anécdotas de todo tipo, caían rápido las hojas del calendario sin casi darle tiempo, a poder tachar sus días.
Una soleada mañana, estaba la Sra Sapo metida en su cama, mientras observaba con un ojo la hora del despertador amenazante con volver a sonar estrepitosamente. Le costaba abandonar sus apetecibles sabanas de pétalos de rosas que sacudía suave para no dejar escapar mucho su agradable fragancia de la que nunca se cansaba, y eso, que era una costumbre de años el perfumarlas en cada limpio cambio semanal.
Aquella mañana, no sugería un día distinto a otro cuando decidió abrir del todo los ojos, pero su cuerpo, parecía discrepar un poco. Ardiendo como el mismísimo sol anhelando ser apagado con besos y gemidos, recordó al momento, el sueño acontecido en la noche, en el que sin la ayuda de sus extremidades, le alegró el descanso mojando su cama de vida, pero parecía que no tenía bastante...
Un impulso lascivo le invadió el pensamiento y sin darse cuenta, sus ancas, acariciaban automáticas el monte de la diversión, menudo día le esperaba con ese cuerpo suyo que amanecía rebelde.
Pasado el rato y decidido el vestuario donde predominaba el color rojo, confirmó que su ansia de piel aún seguía vigente y con la expresión del que tiene la sensación de olvidarse algo, salió de su casa como si no hubiese ocurrido nada.
Caminando se sorprendía de la curiosa atención que causaba en los animalillos que se iba encontrando por el camino, pensando para ella misma, que estaba alcanzando unos niveles altos en feromonas pues notaba, que su cuerpo desprendía ese invisible polvo de hadas imperceptible al ojo, pero que llenaba el aire por dónde pasaba con deseo de apareamiento.
Los analizaba con detenimiento valorando las diferentes posibilidades y sus luego consecuentes actos, pero no le apetecía iniciar ninguna situación y todavía sentía el luto del que pierde un querido.
Inocente Sra Sapo que no serás saciada en tiempo con tu estúpida y absurda actitud de espera.

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