19.10.20

CAPÍTULO IV SOL DE CABALIA, LA YEGUA ALBINA

Con el rumbo fijo a la obrera villa de Agobio pero no las ganas, la Sra. Sapicornia caminaba a paso lento hacia lo que pretendía ser, otra mañana laboral en aquel calendario de existencia, en el que se iban tachando los días sin pena ni gloria. Si algo le hacía todavía olvidar, el desanimado presente por el que sin remedio caminaba, eran aquellos pequeños dragones que tenía como retoños. Ser un sapo y poder volar a lomos de un dragón, no era algo muy común por la zona. Aunque también acarreaba alguna que otra complicación por el tamaño de éstos, no era comparable a la recompensa que recibía de poder disfrutarlos. Sin darse cuenta la Sra. Sapicornia, tenía enfrente las soluciones a muchas de sus preguntas, pero distinguirlas cuando se llevaba un velo, no parecía tarea sencilla.

Descendiendo la ladera absorta entre cábalas sin fin, que no emitían sonido alguno fuera de su cabeza, una gran multitud reunida bajo un gran olivo, la devolvió al presente ipso facto.

    -Todo lo que hasta ahora creíais como cierto es una gran mentira tejida a conciencia durante siglos para evitar que deis con la verdad. Y, aún conociendo ésta, os aseguro que se necesita de un gran coraje y fe para afrontar los diferentes retos a los que seréis expuestos y manipulados.- Argumentaba la yegua de blanca y reluciente crin mientras repartía entre los espectadores unos folletos que incitaban al alboroto, y que firmaba, como Sol de Cabalia. Un búho tuerto y malhumorado no tardó en hacerse oír demostrando su descontento con lo que ahí se leía. 

    -¿Acaso está usted diciendo o dando a entender que lo acontecido en Trina podría ser una patraña? Haga el favor de no escribir sandeces. Hasta un insecto sabe que ha de ir con cuidado con dicho país. ¿Es que usted no ve los informativos?-soltó el búho con una ira que rápido se contagió entre los asistentes, que, a su vez, también graznaron.

    -No puedo admitir lo que están viendo mis ojos. Vil, el búho habla con cordura. Esto que describe en estos papeluchos es blasfemia pura, doña Sol de Caverna...-

    -Mi nombre es Sol de Cabalia, de los Sol Dorado de las Montañas Altas, ¿Le suena Alma Universal? Ya veo que no... Y además, no dispongo de más tiempo para preguntas u ofensas sarcásticas desagradecidas. Encima de que les hago un favor- dijo la yegua moviendo la cabellera con chispa y abriéndose camino entre el público. -Toda la información la encontrarán en los panfletos que les he dado, y que voy a dejar aquí mismito. Y no descarten que me acerque por aquí mañana de nuevo con noticias frescas. La información es poder. Y sobre todo, no se olviden de brillar-

La Sra Sapicornia subida a una piedra la observaba entusiasmada. Era lo más parecido a un unicornio que había visto, y, no podía negar que en cierta manera le hacían gracia las cosas que contaba. Dando dos saltos dignos de un atleta de pértiga, se plantó delante de la yegua antes de que ésta emprendiese el trote. 

    -Disculpe, ¿podría darme un folleto también a mi? Me resultan interesantes las cosas que cuenta. Y por cierto, me tiene fascinada su cabellera albina-

    -Oh, gracias querida. Lo de mi crin es de profesión. Una práctica que llevamos ejerciendo en la familia durante años. Ahora mismo, me dirijo a retocar una melena que se ha puesto revoltosa por andar el dueño jugando entre zarzas. Voy a tener trabajo para dejarla sedosa de nuevo. Pero eso, son gajes del oficio como se suele decir. No se imagina lo que he llegado a ver- dijo la yegua sonriendo y mostrando su perfecta dentadura . 

    -Siempre he admirado a las bestias que se hacen peinados con facilidad. Pueden variar todos los días de aspecto si tienen traza. Yo, apenas sé decorarme el cuerno-

    -Hay remedios para todo, querida. Se sorprendería de la de milagros que hemos hecho sin explicación ninguna. Le voy a entregar también, una tarjeta donde podrá encontrarme si me necesita. Mi nombre es Sol de Cabalia y ¿el suyo? Me pongo a darle al morro y se me va el santo al cielo...- dijo la yegua entregándole una tarjeta y los panfletos informativos a la Sra. Sapicornia que sacó de una bolsa hecha de nylon.

    -No se inquiete, yo soy toda una entendida en monólogos. No necesito de nadie que me haga de público para mi obra. Soy la Sra. Sapicornia, de Fuente Azul. Iba de camino al poblado de Agobio y me he parado a escucharla. Sonaba muy inspiradora. ¿De qué hablaba exactamente? He llegado a medio discurso- 

    -Me pasaría horas hablando de ese tema. La gran mentira. Las bestias no están preparadas para la verdad. Nadie quiere escucharlo. No, esa historia no les interesa ni les gusta. Es mejor vivir emperrado en una vida de engaño. Pero tú seguro que eres diferente. Lo detecto. Perdón, usted, a veces pierdo las formas. Como decía, los caballos tenemos ese instinto innato desde que nacemos. Y casi podría adivinar que usted, si no ha despertado ya, lo hará muy pronto. Déjeme que la observe- añadió Sol de Cabalia moviendo el rabo perspicaz y acercándose a la Sra. Sapicornia como queriendo ver más allá de sus pupilas.

    -Y, ¿Qué quiere decir cuando despierte?- preguntó la Sra. Sapicornia confusa.- ¿Quiere decir que ahora estoy dormida?-

    -En breve lo sabrá. Cuando lo estás, digamos que lo sabes.- respondió la yegua apartándose satisfecha de lo que parecía haber sido una exploración médica del alma.- Ahora, querida, debo irme o mi cliente se tirará de los pelos- dijo riendo como si fuese un chiste del gremio. -Ha sido gratificante compartir este rato con la Sra. Sapicornia. Estoy segura de que el destino volverá a cruzarnos.- agregó alzándose cual caballo que va a la guerra. 

Una nube de polvo en la colina desdibujó a Sol de Cabalia alejándose. La Sra. Sapicornia quizás llegaría tarde aquella mañana a su puesto en Agobio, pero ¡qué mañana! 

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