23.10.20

CAPÍTULO VIII ARRAQUELA UVE, LA OVEJA Y LA POCIÓN DE ONCE GOTAS

Si se pudiese describir el sentimiento con un color, para todas las razas de bestias que habitaban el planeta, éste, sería negro tormenta. Los sucesos que cubrían todos los informativos iban de mal en peor. A los más pequeños les habían cerrado los parques, y, los más afectados en bajas, estaban siendo el ganado más anciano, pues, eso, era lo que parecían ser, para los gobernantes de Extralimitan, y, para todas las presidencias del resto de naciones. Habiéndoseles negado el cuidado, y, con unas malas prácticas, que habían acabado de barrer a los que intentaban desesperadamente luchar por sobrevivir, se excusaban culpando a un pueblo asustado, que, miraba hacia otro lado sin rebelarse. Para la Sra. Sapicornia, aquello era un atentado. Achacando la culpa a los dioses, de la impotencia y la rabia, le brotaban lágrimas directas del corazón, que intentaba liberar cuando sus pequeños no la veían. El miedo, no era de sabios transmitirlo, y ellos, también estaban ya sufriendo de no poder desplegar sus alas.   

    -¿Cómo, podéis permitir esto? ¡Cómo, tú, Divino, nos has olvidado! Gritaba mirando al cielo. ¿Acaso, esas almas no merecen tú compasión? Es muy cruel todo lo que está pasando. ¡No puedo soportarlo más, ni tampoco disimularlo! Mis pequeños también, necesitan volar...- exclamó cayendo de rodillas en el suelo por el agotamiento de la pena. Un campo de margaritas empezó a aflorar en lo que parecía un descampado árido. Cientos de flores, abrían sus hojas desplegando color de vida. ¿Qué estaba ocurriendo? 

    -Justo. Ni un segundo menos de mis cálculos. ¡Qué maravillosas margaritas! De un color y tamaño excelentes. Once gotas, esa es la fórmula. Con ocho también se obtienen magníficos resultados, e, incluso hasta con cinco... pero, con once... Con once, es otra cosa- hablaba una oveja de color fucsia, aparecida de la nada como aquel campo de margaritas, mientras escribía en una libreta dónde parecía apuntar el estudio de algo. Acercándose, y olisqueando una, se la llevó a la boca.

    -De un sabor único, inigualable- dijo hablando como si estuviese sola, y, poniendo los ojos en blanco, demostrando su gran disfrute por las expresiones que acompañaba con el rostro. La Sra. Sapicornia, que, aún seguía en el suelo conmocionada, había dejado de llorar de golpe por la sorpresa. Aunque, aún tenía lágrimas en sus mejillas, sus ojos, habían parado de producir agua, aunque la pena, seguía dentro. Girando la cabeza, como volviendo en sí, la oveja fucsia, miró a la Sra. Sapicornia.   

    -Perdone que no le haya dicho nada, no he querido interrumpirla. Esos momentos son muy necesarios de vez en cuando para el alma. Fundamentales.- dijo acabándose de pasar las flores que tenía en la boca y acercándose a ella, como si le fuese a contar un secreto. -Soy Arraquela Uve, no me pregunte de dónde, porque es una respuesta larga y complicada... Usted, tampoco parece de la zona- añadió sin pestañear. -Siempre me aseguro de que no sea un lugar concurrido para practicar mis encantamientos. Suelo escoger sitios remotos. Las bestias, no están preparadas para comprender. Tienen cerrado el tercer ojo, Me comprende, ¿verdad? Desde luego que sí. Esto, querida, todavía les supone un fuerte enfrentamiento con su ser.-

    -Y, ¿Cómo sabe que yo no soy diferente?- dijo la Sra. Sapicornia con vergüenza, quitándose las lágrimas con el anca. 

    -Nadie, de corrupto corazón, llora así, querida. Llevo observándola un rato, pero usted, a mi, no me ha visto, ni detectado. Todavía no me ha dicho su nombre-

    -Soy, la Sra. Sapicornia de Fuente Azul, o lo que queda de ella... Me urge sumergirme en el agua desesperadamente. Han cerrado las charcas, y también los estanques del reino. Me estoy secando como mis escamas... Admiro su naturaleza tranquila, Arraquela Uve, en este caos que vivimos.- suspiró la Sra. Sapicornia. 

    -Sí. Todo parece derrumbarse a nuestro alrededor, no puedo negárselo. Pero, no hay que perder la esperanza, querida. Mire este campo de margaritas que la rodea. Me va a negar, que no es precioso y mágico. Y, porque no se ha animado a probarlas. Tienen un gusto delicioso. Receta casera, querida, once gotas.-  

    -La verdad, que contemplándola a usted, sí dan ganas de degustarlas. Y, ¿usted ha hecho todo esto? Antes, aquí sólo habían matorrales.-

    -Pues, claro querida. Ya tardaba en preguntarme. Acaba de ser testigo de un milagro, y, no se a usted ni inmutado. Sra. Sapicornia, eso es un claro signo sin duda, de que la "Red" la está engullendo.-  

    -¿La red? No creo estar comprendiendo bien lo que me dice.- respondió la Sra. Sapicornia arrugando las cejas pensativa, a la vez, que mostraba su interés meneando con la cabeza, esperando contestación.

    -Bueno, unos la llaman red, otros se refieren a ella como el muro, y, hay quién, incluso la llama la losa, pero, a mi, me gusta más decirlo así. Una red, siempre la puedes traspasar. Sólo, se necesitan las medidas exactas, para poder colarse por ella sin problemas.- dijo la Arraquela Uve, la oveja fucsia, sacando un botecito de cristal pequeño de dentro de una maletín de lana, y mostrándoselo a la Sra. Sapicornia.

    -Esto que ve, es una poción mágica. Conocida y estudiada durante años, por grandes e ilustres osos nórdicos de la Antártida. Su lucha por la supervivencia, en busca de una poción que los protegiera de dicha enmarañada red, les llevó a descubrir este elixir sagrado.- narró a modo cuento de miedo, sacando también un vasito del maletín. La Sra. Sapicornia escuchaba embobada.

    -Son once gotas exactamente para la mezcla. Aunque usted, por ser primeriza, debería de empezar sólo con tres. Luego se va aumentando la dosis según se coge experiencia, hasta llegar al número maestro.- dijo mientras con una cánula iba extrayendo el líquido de la botella, y vaciando once gotas exactas en el vaso, que luego ingirió de un trago.

    -Y, ¿Cómo podría yo conseguir eso?- preguntó la Sra. Sapicornia impaciente. 

    -Es muy sencillo, querida. Le voy a dejar apuntado ahora mismo unas señas, dónde podrá pedirlo siempre que necesite. El servicio de cigüeñas, le entregará el paquete sin problemas directo a su morada sin necesidad de transporte. Eso sí, vaya con cuidado con, a quién se lo cuenta. Ya le dije que las bestias, todavía no están preparadas. Le traería más complicaciones que beneficios, aunque sean, la buenas intenciones las que la guíen a contarlo. ¡Cielos! se me hizo tardísimo! He de marcharme inmediatamente. Espero un encargo de las colinas de las hadas, y éstas, no te reenvían el pedido si no te encuentras en casa.- exclamó llevándose la pata a la cara.

    -Ha sido un placer conocerla, Arraquela Uve. Sin duda, haré caso de sus consejos. Nadie crea un campo de margaritas de la nada.- dijo la Sra. Sapicornia mostrando sus dientes sonriendo, y, sin tristeza, que localizara dentro. 

    -Y no se preocupe por las instrucciones, vienen todas adjuntadas en el envío. Un placer Sra. Sapicornia, y hasta la vista.- finalizó con un guiño desapareciendo. 

    -Pero, ¿Cómo lo hace?- se cuestionó la pequeña Sapo escapando de sus adentros un risa que pareció sanarla instantáneamente.       

    

       


2 comentarios:

  1. Las 11 gotas mágicas que calman el alma y donde no había nada hicieron crecer las margaritas. MMSe notan que están ricas. 🥂

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  2. No voy a negar que son la leche las 11 gotas :) y tu tb <3

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