20.10.20

CAPÍTULO V RKV LA LOBA DE LA CUEVA DE LIZA

Llegando al poblado de Agobio, un pájaro Cuculus Canorus, o, también conocido como el relojero de Cuco, silbó tres veces en lo alto del puente indicando que pronto serían las once de la mañana en el valle. El camino sin duda había sido distinto al que acostumbraba a tener la Sra. Sapicornia. Entretenido más bien. Aquellos diferentes personajes con los que se había topado en su trayecto, le habían dejado una sonrisa fija en el rostro que amenazaba con durarle todo el día. La Sra. Sapicornia, de conocido carácter alegre, era como un imán de atracción irremediable para las singulares bestias que percibían el magnetismo de onda. Eso le fascinaba porque lo comprendía como frecuencias que en cierta manera estaban enlazadas. 

En la cantina de Usanza, como de costumbre, se aglomeraban las bestias entre cafés y tentempiés, esperando a que llegase la hora exacta para pasar a su destrucción, y perder otro día más de vida a cambio de nada. Aunque muchas lo disimulaban bien con una practicada sonrisa plastificada, tenías que estar muerto para no percibir la amargura que éstas, desprendían esos seis minutos antes de ir a fichar en aquella invariable existencia. Hoy, sí parecía quedarle a alguien aprecio por su vida.

    -¡Cómo se atreven! Ya ni la vergüenza esconde este estado sin principios contra un pueblo trabajador que tan sólo lucha por defender su alimento. El gobierno de Extralimitan nos quiere fiambre. De eso no tengo duda...- Lamentaba una loba de espíritu guerrero entre pausas, sentada en la barra expirando aullidos que se le escapaban de dentro. -Deberíamos de estar en nuestras cuevas y moradas con nuestros pequeños. ¿Acaso es inmortal la clase obrera?. ¿No le afectan los parásitos del entorno? Ya no queda espíritu ni dignidad si éste, no puede convertirse luego a monedas... Eso, es lo que somos, funesto dinero.- Añadió acabando su batido de un trago y soltando otro aullido de llanto. La Sra. Sapicornia retuvo las ganas de acercarse a aquella loba del color de un erizo y abrazarla. No estaría bien visto entre desconocidos dejarse llevar así por la emoción, así, que contuvo las formas apretando el labio. De todas maneras algo se le escapaba. Estaba siendo una mañana extraña, pero, ¿tanto como para sonar a advertencia del fin del mundo?. Colándose por la puerta de la cocina, encontró como esperaba a la señora Pop y sus ocho diestros tentáculos, que desplegaba con arte entre las cinco ollas que dominaba sin problema mientras preparaba el menú del día.  

    -Buenos días Sra. Pop, huele de maravilla su comida. Manjares de dioses diría más bien. Es todo un arte ver sus ocho extremidades en acción.-

    -Buenos días querida amiga Sapicornia, aunque buenos, buenos, no los llamaría así. Miedo me da de tener que tirar todos estos guisos. Llevo toda la mañana preparándolos. ¡Una pena, una pena! Lo mismo le doy unos cacharros y así tiene usted para unos días.- 

    -¿Para unos días? De eso quería hablarle. Hay mucho revuelo en la cantina. ¿todo esto es por el parásito? Es verdad que por el camino sonaba la misma cantinela una y otra vez, pero no le di más importancia. Ya sabe que aquí en el valle el chisme está en cualquier esquina.

    -Eso sí que es vivir en las nubes Sra. Sapicornia. No puedo creer que no esté al corriente. ¿No ha escuchado a Rkv la loba de la Cueva de Liza? Se oyen sus aullidos desde aquí. Viene de lejos y tienen allí el mismo panorama desolador -

    -Pero si cuando salí hace dos horas la bacteria estaba en Trina. Al otro lado del...-  

    -Pues se ha extendido rápido como la pólvora, querida. Están avisando con cerrarlo todo.- dijo la Sra. Pop sin dejarla terminar. -Y, qué decir, de los años a cuestas que lleva soportando mi molusco cuerpo el trote. Me veo con mis ventosas en el otro barrio- añadió utilizando un tentáculo para santiguarse mientras a la vez, meneaba el guiso con los siete restantes. La Sra. Sapicornia algo contrariada y preocupada por el mensaje de la casera, aprovechó el delirio en el que ésta se había zambullido, y abandonó la cocina de puntillas cuál ladrón de alcoba no se le fuera a pegar el miedo... 


No hay comentarios:

Publicar un comentario